Capítulo 10 Amigas, Mi Red De Apoyo Incondicional

Capítulo 10 Amigas, Mi Red De Apoyo Incondicional
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Hoy me reuní con mis amigas para celebrar el cumpleaños de Gabriela. Fuimos a nuestro restaurante mexicano favorito, pedimos margaritas y tacos (y obviamente, unos nachos con guacamole para compartir), y nos reímos hasta que nos dolió la barriga y hasta que las lágrimas de rímel nos dejaron como mapaches.

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15 de septiembre 2023

Amigas, mi Red de Apoyo Incondicional

Septiembre 2023
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Hoy me reuní con mis amigas para celebrar el cumpleaños de Gabriela. Fuimos a nuestro restaurante mexicano favorito, pedimos margaritas y tacos (y obviamente, unos nachos con guacamole para compartir), y nos reímos hasta que nos dolió la barriga y hasta que las lágrimas de rímel nos dejaron como mapaches. Es increíble cómo estas mujeres, tan diferentes entre sí, se han convertido en mi familia elegida. Las conozco desde hace años, hemos compartido momentos inolvidables; como aquel viaje a Cancún donde terminamos bailando en la barra con unos mariachis, nos hemos apoyado en las buenas y en las malas y en las peores; como cuando apareció el papá de Isabella queriendo “ser parte” y “exigir sus derechos” y ellas estuvieron ahí para recoger los pedazos de mi corazón roto y mi alma cansada, después de darle una patada por el c… al pasado. Mi abuela siempre ha dicho “más ayuda el que no jode” así que lo mandamos a joder para otro lado..

Hemos crecido juntas, como las ramas de un árbol que se entrelazan para formar un solo tronco fuerte y resistente. (Que cursi y romántica me pongo a veces).

Sofía, la psicóloga del grupo, siempre tiene los pies en la tierra y me da los mejores consejos. Es la voz de la razón, la que me ayuda a ver las cosas con claridad y a tomar decisiones sabias. A veces me desespera un poco con su análisis psicológico de todo, pero sé que lo hace con la mejor intención y que siempre me dice la verdad, aunque duela. Es como mi conciencia externa, la que me recuerda que no puedo actuar como una loca desquiciada cada vez que algo no sale como esperaba.

Gabriela, la rumbera, le encanta un plancito “tipo tranquilo”, es un torbellino de energía y alegría. Con ella nunca hay un momento aburrido, siempre está dispuesta a salir a bailar, a tomar unos tragos, a vivir aventuras, a sacarle el jugo a la vida al máximo. Es como mi dosis de adrenalina, de rebeldía, la que me saca de la rutina y me recuerda que la vida es para disfrutarla. Claro que a veces se le va la mano con lo de “vive hoy” y termina haciendo locuras que nos meten en problemas a todas, pero al final siempre nos reímos juntas de nuestras aventuras y desventuras.

Cristina, la espiritual, ella es un cuarzo andante, me ha enseñado a conectar con mi lado más intuitivo y a confiar en el universo. Es la que me habla de astrología, de chakras, de energías, de cristales, de numerología, de la conexión mente-cuerpo-alma, y de todas esas cosas que antes me parecían una locura, pero que ahora me ayudan a encontrar la paz interior.

Es como mi gurú personal, la que me recuerda que hay algo más grande que nosotros mismos, que hay una energía universal que nos conecta a todos, y que todo sucede por una razón.

Cada una de ellas tiene un lugar especial en mi vida y en mi corazón. Con Sofía puedo hablar de mis problemas más profundos, con Gabriela puedo soltarme y ser yo misma sin complejos, y con Cristina puedo explorar mi espiritualidad y conectar con mi esencia. Son como las piezas de un rompecabezas que encajan a la perfección, complementándome, apoyándome, queriéndome por lo que soy, con mis virtudes y mis defectos.
Hoy, mientras brindábamos por el cumpleaños de Gabriela, me di cuenta de lo afortunada que soy por tenerlas en mi vida. Son mi red de apoyo incondicional, las que me levantan cuando me caigo, las que celebran mis éxitos, las que me quieren por lo que soy. Son mi equipo de emergencia para desastres existenciales, mi grupo de terapia gratuita, mi fuente inagotable de risas y confidencias.

Y siendo sincera, no todo es perfecto, no hay que romantizar la vaina (ni que fuera una novela jajaja), a veces espejeamos nuestros miedos en las otras, a veces nos saturamos y no queremos ni vernos por unos días, otras veces juzgamos a la otra desde nuestra perspectiva queriendo tener la razón, y muchas veces fuimos la que nos alegramos del triunfo de una, con un pellizco en el corazón que nos decía “¿y por qué yo no?” ese chin de… envidia natural muy común de las mujeres. Pero es que somos humanas, tenemos luces y sombras, y todas esas emociones que no nos gusta ver porque nos hacen sentir “la mala del cuento” son naturales y no nos hacen malas amigas, y mucho menos malas personas; sólo reflejan exactamente eso, que somos PERSONAS. Lo que sí lo hace perfecto es que nos conocemos hasta las esquinas, que nos aceptamos, que sabemos cuándo huir de una y darle su espacio a la otra, que sabemos cuándo callar y cuándo pegar un gritico necesario, que sabemos elegir nuestras batallas, que abrazamos lo que somos tal cual somos (aunque esto muchas veces requiera un shot extra de paciencia), que somos honestas hasta las uñas, que nos entendemos. Y que pase lo que pase, siempre estaremos ahí las unas para las otras, con una margarita en la mano, un pote de helado de chocolate, y una sonrisa en los labios. Y eso, mis queridas, es una amistad apoteósicamente fantástica.

La celebración del cumpleaños de Gabriela no se limitó a la cena en el restaurante mexicano. Como era de esperarse, la noche continuó con una salida a bailar salsa en un club cubano de la zona. Gabriela, con su energía contagiosa, nos arrastró a la pista de baile, y allí nos dejamos llevar por el ritmo, moviendo las caderas, riendo, y olvidándonos de todos nuestros problemas por unas horas. Mientras bailábamos, no pude evitar pensar en Alejandro. Habíamos estado saliendo durante un par de semanas, y cada día me gustaba más. Era inteligente, divertido, apasionado, y me hacía sentir viva como hacía mucho tiempo no me sentía. Pero también tenía mis dudas. Alejandro era un espíritu libre, un viajero del mundo, un hombre que no estaba hecho para las ataduras. Y yo, a pesar de mi reciente soltería y mis deseos de aventura, en el fondo seguía siendo una mujer que anhelaba la estabilidad, el compromiso, un hogar. ¿Seríamos compatibles a largo plazo? ¿Podría él darme lo que yo necesitaba? ¿Podría yo darle lo que él necesitaba? Mis amigas, como si leyeran mis pensamientos, se acercaron a mí en un descanso de la música. —Te veo muy pensativa —me dijo Sofía, con su mirada perspicaz. —¿Qué te pasa? —Sé que no es el lugar ni el momento, pero no lo puedo evitar. Estoy pensando en Alejandro —confesé—. Me gusta mucho, pero no sé si nuestra relación tiene futuro. —El futuro es incierto, Fannia —dijo Cristina—. Lo importante es disfrutar del presente, de lo que están viviendo ahora. —Y si lo que estás viviendo ahora te hace feliz, entonces adelante —agregó Gabriela, con su habitual optimismo—. No te preocupes por el futuro, ya llegará cuando tenga que llegar. —Pero tengo miedo de salir lastimada —admití, sintiendo un nudo en la garganta. —Todas hemos salido lastimadas alguna vez —dijo Sofía, con un tono comprensivo—. Es parte del juego. Pero eso no significa que tengamos que cerrarnos al amor para siempre. —Tienes razón —respondí, sintiéndome un poco más animada—. No puedo dejar que el miedo me impida vivir la vida que quiero. —Así se habla, amiga —dijo Gabriela, dándome una palmada en la espalda—. Ahora vamos a bailar, que la vida es una fiesta y estamos aquí para celebrarla. Y así, volvimos a la pista de baile, dejándonos llevar por el ritmo de la salsa, por la alegría del momento, por nuestra compañía. Y por un rato, olvidé mis dudas, mis miedos, mis inseguridades. Me sentí libre, feliz, apoteósicamente fantástica. Al final de la noche, mientras volvíamos a casa en uber, mis amigas me hicieron prometer que les contaría todo sobre mi próxima cita con Alejandro. —Y no te preocupes por Pablo —me dijo Gabriela—. Él encontrará a alguien que lo haga feliz. Y tú también. —Sí, amiga —agregó Sofía—. Recuerda que mereces ser feliz. No te conformes con menos. —Y confía en el universo —dijo Cristina—. Todo sucede por una razón. Las abracé a las tres con fuerza, agradecida por su amistad, por su apoyo, por su amor. Sabía que, pase lo que pase, ellas siempre estarían ahí para mí, con sus consejos, sus risas, y sus margaritas. Y con ellas a mi lado, sabía que podía enfrentar cualquier desafío, que podía superar cualquier obstáculo, que podía crear la vida que siempre había soñado.

Una vida apoteósicamente fantástica.

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Para ti

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  • Sex and the City.

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El equilibrista del bienestar:

“Mantén el equilibrio entre dar y recibir. Al igual que respirar, tu bienestar necesita tanto de la inspiración como de la expiración, aceptando y ofreciendo ayuda.”

© Soy Maryce. 


 Estas frases cortas y concisas encapsulan principios o reflexiones de la filosofía estoica, diseñadas para ser fácilmente recordadas y aplicadas en la vida diaria.

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