Capítulo 1 Miami Me Lo Confirmó, Estoy En Crisis

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Capítulo 1 Miami Me Lo Confirmó, Estoy En Crisis

Agosto 2023
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Las mañanas en Miami. Calorcito pegajoso, palmeras que se mecen con la brisa salada, y yo… yo con ganas de tirarme de cabeza en la piscina y no salir hasta que se me arruguen los dedos como pasas.

¿Drama queen? Tal vez. Pero es que hoy el universo se ha empeñado en recordarme que mi vida es tan emocionante como ver crecer la grama.

A ver, empecemos por el principio. Me llamo Fannia, tengo 35 años, soy venezolana, del este de Caracas –sí, de donde salen las misses y las sifrinas, aunque yo me quedo más con lo de “echada pa’lante”–, y llevo viviendo en Miami desde el 2015. Vine con mi mamá Lucía, mi hermana Anna, y mi hija Isabella, que entonces era una chirriquitica deliciosa de 2 años y ahora es una preadolescente de 10 que me saca canas verdes con sus dramas de TikTok y sus rollos amorosos de primaria.

Mi vida en Miami no es ni de lejos lo que soñaba cuando me monté en ese avión con un nudo en la garganta y una maleta llena de ilusiones.

Trabajo como asistente administrativa en una empresa de bienes raíces, un trabajo tan apasionante como ver pintura secarse. Mi jefe, Mr. Miller, es un gringo prepotente que cree que porque “habla español” con acento cubano ya entiende todo, y mis compañeros son un grupo de zombies corporativos que solo hablan de sus hipotecas, sus planes de jubilación y el último chisme de la oficina. ¡QUÉ ABURRIMIENTO!

Y luego está Pablo, mi novio. Un argentino bonachón, buenazo, con el que llevo cuatro años de relación estable, predecible y… aburrida. Sí, ya sé, la estabilidad es buena, bla bla bla… pero a veces extraño la emoción de lo desconocido, las mariposas en el estómago, el sexo salvaje, la sensación de una mirada con deseo… en fin, lo que se siente estar viva, no un cactus en el desierto.

Con Pablo todo es rutina. Los martes son de pizza y Netflix, los viernes salimos a cenar a un restaurante cubano que ya nos sabemos el menú de memoria, y los sábados… bueno, los sábados intentamos tener sexo, pero generalmente terminamos rindiéndonos fingiendo el clímax.

No me malinterpreten, quiero a Pablo, pero nuestra relación se ha convertido en una versión descafeinada de lo que alguna vez fue.
¿Y qué pasó hoy para que me diera este ataque existencial? Pues, nada más y nada menos que encontrarme con Alejandro, mi ex de la universidad, en el maldito Starbucks de la esquina. Sí, ese Alejandro, el que me rompió el corazón en mil pedazos y se fue a recorrer el mundo con su morral y su guitarra. Ahí estaba, más bello y sexy que nunca, con su sonrisa de medio lado, sus ojos miel profundo que te desnudan con la mirada, y una barba que le añadía un toque de misterio irresistible.

Intercambiamos un par de frases triviales, del tipo "¿cómo estás?", "qué bueno verte", y bla bla bla. Pero en esos breves segundos, sentí como si un rayo me atravesara el cuerpo. Fue un flashback instantáneo a las noches de pasión desenfrenada, a las risas hasta que nos dolía la barriga, a la sensación de que el mundo era nuestro y podíamos conquistarlo juntos. Recordé sus manos recorriendo mi cuerpo, sus besos que me dejaban sin aliento, sus palabras que me hacían sentir la mujer más especial del universo.

Y entonces volví a la realidad. A mi café frío, a mi trabajo gris, a mi relación tibia. Y me pregunté: "¿Qué coño estoy haciendo con mi vida?".

No pude evitar compararlo con Alejandro. Pablo, con su pancita cervecera y su ropa arrugada, de repente me pareció tan… ordinario. Mientras que Alejandro, con su estilo bohemio y su aura de viajero del mundo, irradiaba una energía que me atraía como un imán.

Salí del Starbucks con el corazón latiendo a mil por hora y la cabeza hecha un lío. No podía dejar de pensar en Alejandro, en lo que podría haber sido, en lo que aún podría ser. Y en ese momento, supe que tenía que hacer algo para cambiar mi vida.

Así que aquí estoy, empezando este diario como una especie de terapia personal, catarsis que le llaman. Necesito ordenar mis ideas, enfrentar mis miedos, y descubrir qué carajo quiero hacer con el resto de mi vida. Y quién sabe, tal vez en el camino encuentre un poco de esa magia que parece haberse esfumado de mi existencia. O tal vez encuentre algo aún mejor: a mí misma.

Por ahora, me conformo con terminar este café mientras siga caliente y sobrevivir a otro día en la oficina. Y mañana… mañana será otro día. O eso espero.

Agosto 2023
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De vuelta en la oficina, intenté concentrarme en el trabajo, pero fue imposible. La imagen de Alejandro seguía rondando en mi cabeza, como un mosquito insistente que no me dejaba en paz. Y para colmo, Mr. Miller se pasó toda la mañana gritándome por un error que ni siquiera había cometido.

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—Fannia, esto es inaceptable —me regañó con su acento gringo mal disimulado—. Te pedí el informe de ventas hace una hora, ¿dónde está?
—Se lo envié por correo electrónico hace diez minutos, Mr. Miller —respondí tratando de mantener la calma.
—Pues yo no lo he recibido —gruñó él, tecleando furiosamente en su computadora—. ¿Estás segura de que lo enviaste a la dirección correcta?
—Completamente segura —afirmé, conteniendo las ganas de decirle que revisara bien.
Mr. Miller siguió buscando el dichoso informe durante unos minutos más, hasta que finalmente lo encontró.
—Ah, aquí está —dijo con un tono de voz que no denotaba ni una pizca de arrepentimiento—. Debes asegurarte de que los archivos adjuntos se envíen correctamente, Fannia. Esto me ha hecho perder un tiempo valioso.
—Lo tendré en cuenta, Mr. Miller —respondí con una sonrisa forzada, mientras por dentro me moría de ganas de lanzarle el teclado a la cabeza.

En ese momento, me di cuenta de que no podía seguir así. No podía seguir aguantando a un jefe tirano, haciendo un trabajo que no me gustaba, y viviendo una vida que no me hacía feliz. Necesitaba un cambio, y lo necesitaba ya.

Salí de la oficina a la hora del almuerzo y fui a caminar por el parque, ni comí. Necesitaba aire fresco, sol, y un poco de espacio para pensar. Me senté en un banco, cerré los ojos, y respiré hondo.

¿Qué quería hacer con mi vida? Esa era la pregunta del millón. Siempre me había gustado escribir, desde pequeña llenaba cuadernos con historias, poemas, y reflexiones. También me apasionaba el arte, la pintura, la música, el baile… ¿Pero, quién vive de eso? ¿Cómo podría a estas alturas de la vida convertir alguna de esas pasiones en una carrera? ¿Podría dejar la estabilidad monetaria de mi trabajo y empezar de nuevo? ¿Podría ser realmente feliz? ¿Qué era para mí ser feliz?

Las dudas me asaltaban, me sentía ansiosa, pero también sentía una emoción que hacía tiempo no experimentaba. Era la emoción de lo desconocido, esa cosquillita en la barriga, la adrenalina de la aventura, la esperanza de un futuro mejor o al menos distinto.

Decidí que no podía tomar una decisión apurada, de buenas a primeras casi nada sale bien. Necesitaba tiempo para reflexionar, para explorar mis opciones, para escuchar a mi corazón. Pero una cosa sí tenía clara: NO MÁS… no iba a seguir desperdiciando mi vida en un trabajo que no me llenaba y en una relación que me dejaba vacía, en una vida que me tenía como de extra, mientras yo quería ser la protagonista.

Esa noche, mientras Pablo veía un partido de fútbol en la televisión, yo me encerré en el baño con mi cuaderno y empecé a escribir. Escribí sobre mi día, sobre mis frustraciones, sobre mis sueños, sobre mis ganas, sobre mis miedos. Escribí sobre Alejandro, sobre la conexión que sentí con él, sobre la posibilidad de un nuevo comienzo para mí. Y es que sigo viva, sigo aquí y no puedo seguir así, esta vaina no es para siempre, ni nosotras tampoco. LA VIDA NO ES PARA LLEVAR, ES PARA COMER AQUÍ… y a mi no me gusta comer frío.

Mientras escribía, sentí como si me quitaran un bulto de piedras de encima. Las palabras fluían como un río, llevándose consigo, por unos minutos, mis miedos, mis dudas, mis inseguridades. Esas páginas me decían que si era posible.

Esa noche, me di cuenta que, por primera vez en mucho tiempo, me fui a la cama con una sonrisa en los labios y una sensación de paz en el corazón. Sabía que había un camino por delante, que no sería fácil, pero tampoco imposible. Sabía que estaba lista para esta nueva aventura. ¿Cómo? no sé, pero abrí una ventanita y no pretendía cerrarla más. Y mientras me quedaba dormida, una frase resonaba en mi mente: "Apoteósicamente Fantástica". Era una frase que había escuchado en una canción de música urbana irreverente (es un placer culposo que tengo, la niche que vive en mí a veces aflora), y que me había inspirado desde el primer momento. Apoteósicamente Fantástica. Eso era lo que quería ser. Eso era lo que iba a ser.

No dejes de ver este video, Lo que marca la diferencia en cualquier proceso de AUTOCONOCIMIENTO I

Borja Vilaseca

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«Se regalan dudas» de Ashley Frangie y Lety Sahagún
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“La seguridad no es la ausencia de peligro, sino la presencia de habilidades para enfrentar cualquier adversidad.”

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«Las frases estoicas se suelen llamar «máximas estoicas» o «aforismos estoicos». Estas frases cortas y concisas encapsulan principios o reflexiones de la filosofía estoica, diseñadas para ser fácilmente recordadas y aplicadas en la vida diaria. Los aforismos estoicos son conocidos por su capacidad para inspirar autodisciplina, claridad mental y resiliencia ante la adversidad.

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